Su radiante, franca y perenne sonrisa es signo de identidad de Miguel Preysler, un fenómeno de 65 años y hándicap 0,4 que gana casi todo en el golf amateur. La vida de este caballero de nacionalidad filipina y española, famoso apellido (es primo carnal de la célebre Isabel) y notable juventud espiritual y física ha pivotado siempre en torno a un deporte que le ha dado más de 800 trofeos, infinidad de satisfacciones y un par de frustraciones, las que sufrió cuando desperdició sus oportunidades de hacerse profesional.

Felizmente casado con una mujer que lo apoya totalmente y comprende su ‘vicio’ golfístico (ella también juega, claro), es un enamorado de España y de Sotogrande, adonde llegó hace casi 40 años.

Fue curiosa su llegada a esta macrourbanización andaluza. En 1970, Miguel disputó en el Club Puerta de Hierro de Madrid el Campeonato del Mundo de Golf Amateur, el Eisenhower Trophy, representando al equipo nacional de Filipinas. Fue entonces cuando le dijeron que tenía que visitar Sotogrande porque allí había un campo de golf maravilloso. No era la primera vez que venía a España, ya que sus padres tenían familia en este país. Incluso el hermano de Miguel nació en Madrid. Las vueltas que da el mundo: tres años después de ese Mundial, empezó a trabajar para una empresa que cuatro años más tarde, en 1977,  le destinó a Sotogrande.  El fundador de Sotogrande, Joseph McMicking, era también en aquel entonces  el principal accionista de la compañía, Ayala Corporation Philippines.  Con el propósito de mantener la continuidad del proyecto Sotogrande, McMicking decidió vender Sotogrande a Ayala.

En septiembre de 1977, justo el día de su santo, llegó Miguel a su nuevo destino laboral en España. De 1978 a 1983, hasta que se vendieron las acciones de la compañía conocida como Financiera Sotogrande, S.A., ejerció de director general de Sotogrande.  En 1983 cuando Ayala se vendió y se desvinculo de Sotogrande, no quiso volver a Filipinas por los problemas políticos que existían durante la presidencia de Ferdinand Marcos.

Se fue a Estados Unidos, donde permaneció dos años, y en 1986, justo después de que se abriera la frontera española de Gibraltar, se dio cuenta de que Sotogrande iba a experimentar un gran desarrollo y decidió mudarse de nuevo a España, “y además no me gustaba Estados Unidos”.

Su vida profesional emprendió una nueva singladura, junto con el que había sido director de los hoteles de Sotogrande cuando Miguel era director general de la compañía. Esta persona había montado una agencia inmobiliaria y ofreció a Miguel entrar en el negocio porque él solo no daba abasto. Después, en 1995, conseguiría la nacionalidad española porque su madre era española (sus abuelos paternos habían nacido en este país).

El noviazgo con uno de sus dos grandes amores, el golf (el otro es su esposa con quien lleva 40 años casado), empezó a los 10 años de una manera muy peculiar. Miguel practicaba numerosos deportes hasta que tras ver un programa en televisión sobre golf decidió coger un bate y bola de béisbol y trataba de introducir la bola en un agujero que él había hecho con una pala en el jardín de casa y de esta manera dio sus primeros golpes de algo parecido al golf.

Viendo que le interesaba aprender este deporte, su padre le compró unos palos, esta vez auténticos de golf. Su progenitor, que había dejado de jugar al golf diez años antes, le empezó a dar clases diarias de unos 20 minutos en casa después se su trabajo y le hacía hacer swings sin bola, le enseñaba cómo coger el palo, la postura y el swing.   Y cuando le compró bolas de plástico para golpearlas en el jardín de casa,  Miguel diseñó su propio hoyo usando un árbol en el jardín para marcar el dogleg de su par 4 y como hoyo cogió una lata de piña en conserva, cortó la tapadera y la enterró en el jardín de casa.  Alrededor del esta lata o hoyo segaba el césped todos los días y cuando la bola de plástico llegaba al green la cambiaba por una pelota de golf dura y entonces pateaba. Establecía hasta sus propios records de su peculiar campo de golf. Sin embargo, por aquel entonces su deporte favorito era la vela y en 1966 fue ganador del Far East Yacht Racing Championship,  una competición de la clase olímpica Finn (embarcación de una sola persona) que englobaba participantes de  Surasia, Australia y Nueva Zelanda. Miguel fue elegido para representar a Filipinas en los Juegos Olímpicos de México y estuvo entrenando siete meses para ello. Pero cuando llegó el momento de la verdad no había fondos para llevar su barco a México. “Me cabreé”, recuerda, “dejé la vela y decidí dedicarme al golf”.

Su bautismo golfístico en un campo de verdad, en Manila, llegó más de un año después de haber comenzado sus peculiares prácticas caseras y tras haber pegado infinidad de bolas en un tee de prácticas durante seis meses. Su primer hándicap, con sólo 11 años de edad, fue 12. Dos años más tarde lo había rebajado a 3, ”pero ya ahí me estanqué porque no jugaba bastante”.

A los 17 años, cuando iba a participar en las Olimpiadas como regatista, dio la casualidad de que quedó duodécimo en el Campeonato Nacional de Golf Filipinas. Los primeros doce iban a una eliminatoria para el equipo nacional, y Miguel, para conseguir ese puesto, tuvo que vencer en play-off a cinco rivales. Consiguió ganar la eliminatoria y estuvo seis años en el equipo nacional filipino. A los 23 años empezó a trabajar y dejó el golf porque cuando salía de la oficina era ya prácticamente de noche y no pudiendo mantener su nivel de golf, decidió  abandonarlo y volver a la vela.

Cuando vino a Sotogrande, cuatro años después, en 1977, su hándicap había subido hasta 8 (“no le daba a la bola”, exagera recordando aquellos tiempos). Miguel tuvo la suerte de recibir ayuda de Bob Toski, uno de los mejores profesores de golf de Estados Unidos y antiguo número uno en ganancias en el Circuito Americano, que llevaba grupos de golfistas a Sotogrande todos los años en septiembre. Así, de 8 llegó poco a poco hasta hándicap +3,2. Desde entonces compitió todo lo que pudo.

De su extensísimo bagaje victorioso dan fe los más de 800 trofeos que tiene en una habitación (debe de ser muy grande) de su casa. Ganó el Nacional Junior de Filipinas dos años seguidos, el Nacional Absoluto también, cinco veces con el equipo nacional filipino el campeonato de Surasia, segundo individual en la Copa Hispanidad (todos los países de habla hispana), ya en España ganó cinco Nacionales de mid-amateur (no pudo participar en campeonatos nacionales de España hasta que consiguió su pasaporte español, en 1995), fue subcampeón de Europa en la citada categoría amateur de mayores de 35 años. Empezó a jugar mucho más cuando se enroló en la categoría senior, con 55 años. Y llegaron nuevos triunfos: cuatro Campeonatos de España individuales y uno de dobles, todos ellos de la RFEG, y cuatro nacionales de la Asociación de Seniors.  Ganó la medalla de oro y bronce del Europeo Seniors Individual en los años 2006 y 2007, siendo el único español a día de hoy en conseguirlo. Quedó tercero en el British Senior Amateur en 2007,  el mejor resultado conseguido hasta el momento por un senior español.

Hacerse profesional del golf es algo que se le pasó más de una vez por la cabeza. Pero las circunstancias de la vida le hicieron desistir de ese empeño. No se arrepiente de ello. Cuando formaba parte del equipo nacional de Filipinas le propusieron dos veces ser profesional en Estados Unidos ofreciéndole costear sus gastos para iniciar la ‘aventura’ americana. Sin embargo, Miguel decidió que quería concluir sus estudios de economía y negocios. Tras terminar su carrera, se embarcó en el mundo laboral y se casó. El golf profesional quedaba definitivamente aparcado en su vida. Varios lustros más tarde, cuando tenía ya 48 años, Miguel quiso quitarse esa espinita de juventud y consideró la posibilidad de hacerse profesional senior. Estuvo un año preparándose concienzudamente para ello, trabajando con dureza con el preparador físico que entrenaba al equipo nacional español. Pero entonces sus circunstancias vitales/laborales volvieron a ponerle en una encrucijada.

Tenía una agencia inmobiliaria, el mercado del ladrillo empezó a subir como la espuma y, tratando de compaginar golf y negocios, Miguel sufrió tanto estrés que su corazón empezó a sufrir palpitaciones. El cardiólogo le advirtió que no podía seguir con tanto ajetreo. Así que tuvo que decidirse, y optó por la estabilidad y buenas perspectivas de su negocio frente a la aventura que suponía embarcarse en el mundo del golf profesional. Lo que también le ayudó a decantarse fue que su esposa, muy hogareña, tendría que hacer un gran sacrificio para acompañarle en sus viajes golfísticos de hotel en hotel. Reconoce que, tras un año de prepararse a fondo para dar el gran salto al profesionalismo, le costó cambiar sus planes. De todos modos, dice que no se arrepiente en absoluto de su decisión, entre otras cosas, porque esos años fueron magníficos para su negocio.

Empezó a competir muy fuerte en la categoría senior hasta 2008, pero en 2009 tuvo que operarse la rodilla y su rendimiento –y su optimismo vital– cayó en picado. Su handicap +1,9 fue menguando hasta quedarse en 3,8. Empezó a desesperarse. Afortunadamente hace un par de años decidió dar clases con Juan Antonio Marín, a quien conoció cuando era niño, compañero en el equipo del club y a quien regaló su primer juego de palos para después convertirse en un excelente amateur y eventualmente el profesional del Real Club de Golf Sotogrande. “Estuve muy desmotivado.  Primero perdí el juego largo, después empecé con yips en el approaching  y el putt y dos años después de mucho trabajo con Juan Antonio, estoy viendo mi juego mejorar y mi confianza resurgir. Todavía hay mucho que mejorar, pero sé que estoy en buen camino.”  La mejor prueba de que las cosas vuelven a su cauce es que ha vuelto a ganar el senior nacional ocho años después de su último triunfo en ese torneo, y también este año ha ganado el Campeonato de Europa Senior para mayores de 65 años.

Miguel es una persona muy querida en Sotogrande, y especialmente en el Real Club de Golf, de cuya Junta Directiva forma parte desde hace 21 años,  casi la mitad de ellos en calidad de vicepresidente. Confiesa que le han pedido varias veces que opte a presidir del prestigioso club, “pero me resisto, porque si no, no podría jugar y competir como hasta ahora”.