¿Hasta dónde podrá llegar el mejor jugador de las tres últimas décadas ahora que, con su triunfo en el Masters, ha demostrado –sin cortapisas físicas– que vuelve a tener el control de su extraordinario talento? Su decimoquinto grande, acaecido once años después de su anterior major (US Open de 2008), ha evidenciado que, a sus 43 años,

Tiger Woods aún puede dar mucha guerra.

Si en diciembre de 2017 ocupaba la 1.199 plaza del ranking mundial y nueve meses después era decimotercero –tras su triunfo en The Tour Championship después de que hubiera sido sexto en el Open Británico y segundo en el US PGA Championship– el californiano se encaramaba a finales del pasado mes de abril a la sexta posición en la clasificación planetaria.

El cambio que ha experimentado Tiger es sorprendente, sobre todo después de que el astro de Cypress y vecino de Jupiter Island, Florida, hubiese pasado cuatro veces por quirófano para someterse a sendas cirugías de espalda y que apenas pudiera caminar hace poco más de un año.

Quedan muy lejos aquellos tiempos, hace 27 años, en que un jovencísimo Tiger saltaba a la palestra mundial del golf con su debut en el PGA Tour. Corría el 2 de febrero de 1992 cuando un delgado mozalbete de apenas 16 años se presentaba en el Nissan Open de Los Ángeles y firmaba su primera ronda, de 72 golpes, en el mejor circuito profesional del mundo.

El amateur Tiger se convertía en el jugador más joven en disputar un torneo del PGA Tour. El segundo día selló 75 golpes, insuficientes para superar el corte en el Riviera Country Club, en un torneo que ganó Davis Love III. 

El Tiger Woods de entonces, un espigado muchacho que pesaba apenas 63 kilos, unos 20 menos que en la actualidad, tuvo que pedirle permiso al comisario principal del torneo para poder jugar su primera vuelta.

“Fue un momento que cambió mi vida”, recordaba 25 años después en unos momentos no precisamente dulces de su carrera, en la que lleva atesorados 81 títulos en el PGA Tour, incluidos 15 majors, el segundo que más ha ganado tras Jack Nicklaus, quien acumuló 18.  Si sus segundos puestos en torneos del PGA Tour se trasmutasen en victorias, Tiger ya habría superado con creces el centenar, ya que ha quedado 31 veces subcampeón. Además atesora una veintena de triunfos en otros circuitos.

“Fue un gran aprendizaje para mí”, reconocía el ex número uno del mundo. “Me di cuenta de que no era bueno, que tenía un largo camino por delante. A ese nivel, no era competitivo. Tenía nivel junior, no profesional, y los demás eran mucho mejores que yo”, recuerda.

Aquella inolvidable experiencia, supervisada en todo momento por su padre, Earl Woods, fue el preludio de lo que vendría después y que acabaría convirtiendo al joven Tiger en uno de los mejores golfistas de todos los tiempos.

Quién le iba a decir a aquel entonces mocoso que un día sería tan famoso como el personaje que le miraba desde un gran poster pegado en la pared de su habitación. El mozalbete era Tiger Woods y el caballero de la pared, Jack Nicklaus.  El pequeño Eldrick, verdadero nombre de Woods, veía cada noche el historial de triunfos de su ídolo y soñaba con llegar a emularlo algún día. Los 18 majors del maestro llegaron a convertirse, con el paso del tiempo, en una obsesión para el californiano. ”Siempre ha sido mi objetivo superar a Jack”, ha reconocido varias veces Woods. Y parecía que la meta estaba al alcance de su mano... hasta que en el otoño de 2009 su vida –con la salida a la luz de sus infidelidades– y su juego experimentaron un cambio radical.

No es sencillo establecer una comparación más o menos justa en el plano deportivo entre Nicklaus y Woods, ya que son tres décadas y media las que les separan en su cronología vital, y en ese tiempo el golf ha cambiado mucho en algunos aspectos, como el equipamiento (palos y bolas) y la preparación física e incluso mental. Sin embargo, la esencia de la competición, que no es otra cosa que el talento de los jugadores, permanece. A favor de Nicklaus cabría apuntar que en su época se tuvo que batir el cobre contra auténticos fueras de serie de todos los tiempos, como Gary Player, Arnold Palmer o Tom Watson, por citar sólo algunos ejemplos (el primero ganó nueve majors, y los otros dos se anotaron ocho cada uno).

Analizando los registros de ambas estrellas del golf, vemos que a la edad de 36 años Tiger (ahora 43) había ganado 14 majors y Nicklaus había conseguido 14 de sus 18 grandes, el primero de ellos cuando tenía 22 años (Tiger sumaba 6 majors a esa edad: 2 con 20 años y 4 con 21). Los 4 restantes los sumaría el Oso Dorado en un periodo de una década, cuando tenía 38,  40 (ganó 2) y 46 años. En total, Nicklaus consiguió sus 18 grandes en el transcurso de 25 años, mientras que Woods había acumulado 14 triunfos en un plazo de 12 años y su decimoquinto título ha llegado 11 años después.

Antes de hacerse profesional, Tiger había ganado tres veces –consecutivas– el U.S. Amateur, también se impuso en el NCAA Championship y se coronó como el mejor en tres ediciones del U.S. Junior Amateur.

El número de victorias en los grandes tanto para Tiger como para Nicklaus podrían haberse visto aumentadas notablemente si llegan a tener un poco de suerte en la última ronda, ya que en ambos casos terminaron unas cuantas veces segundos. Nicklaus se lleva la palma en este sentido, ya que terminó segundo nada menos que en 19 majors, mientras que Tiger se quedó un puesto por detrás del campeón en 6 ocasiones. El Oso Dorado sucumbió por ejemplo ante Arnold Palmer dos veces, ante Lee Treviño cuatro y ante Tom Watson otras cuatro. Tampoco pudo resistir la embestida de Seve Ballesteros, que le ganó por tres golpes en el Open Británico de 1979. Los nombres de los rivales de Tiger, la verdad, no tienen en este apartado (Cabrera, Beem, Yang...) las resonancias míticas de las figuras que ganaron a Nicklaus en las citas del Grand Slam.

Con sus dolencias físicas superadas (cuatro cirugías de espalda en los últimos años), con su fortaleza repuesta y con su enorme talento intacto, era cuestión de tiempo volver a ver triunfar al Tiger de los mejores tiempos.

Ahora, tras su victoria del año pasado tras cinco de sequía y sus buenos últimos resultados, con la guinda del Masters, la cuestión es cuánto tardará en llegar a ser de nuevo el número uno del mundo y si será capaz de igualar, si no superar, el récord de grandes de Jack Nicklaus. Con 15 a sus espaldas, a Tiger le quedan tres para ponerse a la altura del Oso Dorado. ¿Misión imposible? Podría tomar el ejemplo de su ídolo Nicklaus, el único jugador que ha ganado cinco grandes después de haber cumplido 35 años, el último cuando tenía 46.