Rahm retornó a Valderrama, Sergió luchó por revalidar el título, lució generoso el sol agradeciendo las nuevas fechas del torneo, aumentó de dos a tres millones el montante de premios, se vivió un gran espectáculo deportivo... y ganó merecidamente un joven sudafricano de 24 años cuya vida está jalonada de tremendos acontecimientos que podrían hilvanar el argumento de una película triste pero con final feliz.

El rostro de frustración de Rahm en una imagen captada en el tee del 18 el domingo mientras golpeaba Christiaan Bezuidenhout en su camino inexorable hacia el triunfo lo decía todo. Lo había intentado con ahínco el de Barrika pero no había podido con su férreo rival, que mostraba una seguridad pasmosa en su juego y un control total de su mente. Los nervios no le afectaban aparentemente, o al menos no los dejaba traslucir. Y eso que se jugaba muchísimo, nada menos que su primer triunfo en el Circuito Europeo. Ni hasta cuando sus familiares se abalanzaron sobre él y lo cubrieron de besos y abrazos parecía inmutarse el campeón. ¿Sería que las adversidades que sufrió en el pasado han forjado en él una especie de coraza que no le deja traspasar sus emociones?

Pero volvamos al tornero antes de adentrarnos en la turbulenta historia de Bezuidenhout. Tan bien jugó el sudafricano que estuvo a punto de protagonizar la proeza de acabar las cuatro rondas del torneo bajo par (le sobró un golpe el domingo), algo inaudito en Valderrama. Su dominio de la escena se evidenció desde el primer día con su apertura de 66 golpes, a los que siguieron sendas rondas de 68 y 69 y 71, para acabar con 10 bajo par y una inapelable ventaja de 6 sobre los cinco jugadores que compartieron la segunda plaza: Adri Arnaus, Eduardo de la Riva, Mike Lorenzo-Vera, Álvaro Quirós y Jon Rahm. Sergio García, defensor del título, que también había ganado en otras dos ediciones, habría al menos podido unirse al grupo si no llega a haberse ido al agua que protege el green del 17. Terminó séptimo, con -3.

Aparte del medio millón de euros que se embolsó por su triunfo, Bezuidenhout se llevó otro gran premio: una de las tres plazas para disputar el Open Británico que otorgaba el Estrella Damm Andalucía Masters. Este gran privilegio de jugar el más antiguo de los cuatro grandes también lo obtuvieron Arnaus y Lorenzo-Vera, al estar mejor clasificados en el ranking mundial que Quirós y De la Riva.

Con las nuevas fechas, adelantándose de octubre a junio, el torneo no sufrió esta vez las inclemencias meteorólicas en forma de lluvia que tan frencuentes habían sido otros años, y el público disfrutó de un tiempo espléndido (aunque excesivamente caluroso a veces), como espléndido estaba –al igual que siempre– el terreno de juego de Valderrama, más espectacular si cabe que en anteriores ediciones del torneo gracias a la poda de árboles y mejoras en general efectuadas en los últimos meses.

Y ahora es el momento de retornar a la agitada historia del campeón, y qué mejor que sea el propio protagonista quien se encargue de resumirla, en una carta abierta que escribió antes de su victoriosa cita en el Real Club Valderrama.

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“Bebí veneno para ratas”

“Cuando era apenas un bebé, mientras jugaba con unos amigos en la calle, bebí veneno para ratas en un extraño accidente. Tenía dos años y medio y estaba jugando afuera cuando cogí una botella de Coca Cola que había por allí y tomé un trago pensando que era eso, pero en realidad contenía veneno para ratas. Fue un momento que cambiaría mi vida para siempre.

Como resultado de ese momento de ingenuidad casi me muero. El hospital tuvo que aspirar el contenido de mi estómago para deshacerme de todo el veneno, pero el veneno afectó a todo el sistema nervioso de mi cuerpo, y uno de los efectos a largo plazo fue la tartamudez. Ese tartamudeo me llevaría a desarrollar un caso severo de ansiedad.

Mi médico me diagnosticó ansiedad cuando tenía 4 años. Esto me llevó a ser muy introvertido y depresivo. En los últimos cuatro o cinco años, lentamente he comenzado a mejorar y me he sentido más seguro de mí mismo cuando hablo frente a personas, pero en años anteriores me apartaba de todo y de todos.

Básicamente estaba viviendo en mi propio mundo porque siempre tenía miedo de tener que conversar con mi tartamudez. Cuando hablaba con la gente, sabía que iba a tener dificultades y que me llevaría tiempo pronunciar mis palabras, por lo que siempre tuve miedo de contestar el teléfono, decir mi nombre o hacer una pregunta. Siempre me retiraba de un grupo porque temía hablarles. Mi psicólogo me ayudó mucho a superar ese miedo y a tener mucha más confianza en mí mismo. Desgraciadamente, no hay nada que pueda hacer para deshacerme del tartamudeo, solo tienes que aprender a adaptarte y trabajar con ello para controlarlo lo mejor que puedas.

Durante mis días de junior temía hablar en público, lo cual era un requisito cuando ganabas un torneo. Para mí es algo enorme tener esa confianza en mí mismo ahora para poder pararme frente a 100 personas y hablar. Fui a una psicóloga cuando tenía 14 años y trabajamos sobre cómo gestionar mi tartamudez y tener la suficiente confianza para hablar en situaciones públicas. Ella me dio betabloqueantes, un medicamento que ayuda a reducir la presión arterial y a tratar la ansiedad. Lo tomé durante siete años en mi etapa amateur, lo que me ayudó a tener más confianza y disfrutar de mi vida nuevamente.

Sin embargo, en 2014 recibí una llamada telefónica que tendría un gran impacto en mi carrera de golf. Estaba jugando en el British Amateur en Royal Portrush cuando, después de mi primera ronda, entregué mi tarjeta de puntuación y me dijeron que había sido elegido para un test de drogas. En ese momento estaba tomando bloqueadores beta para mi tartamudez. Escribí que tomaba betabloqueantes en el formulario antes del test de drogas, sin ocultar el hecho de que estaba usando ese medicamento.

Dos meses después estaba practicando para el Eisenhower Trophy, en el que estaría representando a Sudáfrica, y una tarde mi padre me llamó para decirme que necesitaba verme inmediatamente. Cuando llegué a casa a me dio la noticia de que me habían suspendido. Aquello me destrozó.

Fue horrible. Había pasado toda mi carrera amateur trabajando para llegar para representar a mi país en el Eisenhower: ser seleccionado en el equipo era uno de mis grandes objetivos. Que me dijeran dos días antes del torneo que no podía ir debido a una suspención de dos años por dopaje era simplemente demasiado para mí. Sentí que mi vida había terminado.

Lo peor fueron todas las historias que salieron de personas de la industria del golf y supuestos amigos. Me acusaron de usar los betabloqueantes para mejorar mis actuaciones, lo que realmente me dolió a mí y a mi familia. Se dijeron muchas cosas desagradables y se me conoció como el tipo al que se le prohibió jugar al golf por un incidente relacionado con las drogas. Era consciente de que etiquetas como esas son difíciles de eliminar y llegué a un punto muy bajo en mi vida. Se me prohibió jugar lo único en el mundo que adoraba: el golf. Estaba inconsolable.

Después de lo que pareció el período más oscuro de mi vida, tuve una audiencia y me redujeron la sentencia de dos años a nueve meses después de confirmar que no había usado el medicamento para ningún beneficio que redundase en una mejora de mi rendimiento. Fueron los nueve meses más largos de mi vida. Sin embargo, logré convertir aquella situación en energía para ayudarme a volver más fuerte.

El hecho de que fui exonerado de usar un medicamento para mejorar mi rendimiento fue lo más importante. Mi padre, que me introdujo en el deporte, me educó para jugar al golf como un caballero, con honestidad e integridad, así que ser cuestionado al respecto fue algo muy difícil de manejar. Sentí que había decepcionado a mi familia, que por encima de todo era el problema más difícil de afrontar.

Superado el periodo de prohibición, en mi primer torneo en Sudáfrica gané por siete golpes. Esto fue, ante los que me criticaban, como una declaración palpable de que gané torneos porque era un buen golfista. No porque me sirviera de drogas para conseguirlo. Sentí como un nuevo comienzo para mí: había aprendido una lección que me cambió la vida y me hizo concentrarme aún más para lograr mis sueños.

En mi primer gran torneo como profesional terminé segundo, en el South African Open. Acababa de recibir mi tarjeta Sunshine Tour, así que hacerlo muy bien desde el principio fue genial. Me dio experiencia jugando contra los mejores golfistas de Europa y me hizo aún más decidido a lograr mis objetivos. En 2017 obtuve mi tarjeta del Tour Europeo después de una temporada en el Sunshine Tour donde gané el título de Novato del Año.

Retuve mi tarjeta en la temporada 2018 y obtuve algunos resultados sólidos. Sin embargo, todavía siento que tengo mucho más delante. Ha sido un gran proceso de aprendizaje. He cometido errores, pero en cada torneo que pasa, aprendo más y el próximo objetivo para mí es ganar en el European Tour, clasificarme los grandes y me encantaría ir a Portrush (escenario del Open Británico) este verano”.