¡IVAcidio a la vista!

IVA

E n esta demoledora crisis que nos retuerce y se empeña en anidar largas noches entre nosotros, los políticos que con bridas de acero pretender domeñar a la bestia –marcando, eso sí, a hierro y fuego a los sufridos y cada vez menos contribuyentes que aún quedamos a pie de tajo– están dispuestos a (casi) todo con tal de hacernos salir de este hoyo económico que parece no tener fondo. No reparan en nuestros gastos –ni en los suyos, of course– y, con tal de sacar al país adelante y dar un poco de esperanza a las generaciones futuras, nos sacrifican en las laicas aras de los impuestos. En fin, la cosas está que arde, y lo malo es que nosotros somos el combustible de unos pirómanos que no acaban de dirigir la manguera hacia el incendio que ellos mismos han provocado con tan desmesurado enchufismo y despilfarro de nuestros dineros en las elefantiásicas administraciones públicas.

Desahogos inútiles al margen, en su magnánima ecuanimidad de dar a todo el mundo lo que no se merece, ahora el Gobierno de España, por mano de su ministro Montoro, está empeñado en rebañar las escuálidas migajas que sirven para que no desfallezca el delicado sector del golf, en algunos casos en estado moribundo. Ansiosos están nuestros gobernantes en vaciar nuestros ya de por sí escuálidos bolsillos –siempre por nuestro bien y el de la sociedad toda, recuerden–, y ahora le ha tocado el turno al golf, al que quieren asestar la puntilla aumentando el IVA nada menos que un !163 por ciento!

De contribuir a las arcas públicas con el 8 por ciento de sus ingresos (IVA reducido) ahora Montoro and Cía quieren aplicarle el tipo normal, que de normal no tiene nada, o sea, subirlo al 21 por ciento. Los mandarines de la cosa pública no tienen en cuenta la dimensión turística del golf y quieren equiparar este negocio con actividades deportivas como gimnasios y negocios del estilo.

No hay que ser un lince para ver los cientos de miles de turistas que viajan cada año a España con la exclusiva motivación de jugar al golf, sobre todo los extranjeros europeos cuyos países no disfrutan de un clima tan envidiable como el nuestro durante la temporada de otoño e invierno. En Andalucía, y sobre todo en la Costa del Sol, este segmento turístico del golf es de una relevancia capital, sobre todo fuera de la temporada conocida como de sol y playa, o sea, cuando más interesa para desestacionalizar la ocupación hotelera y de todo el sector turístico en general. ¿Qué sería, por ejemplo, de la Costa del Sol en invierno si no existiera su amplia oferta de campos de golf, cerca de 70? ¿Qué sería de muchos hoteles, restaurantes, bares, negocios de alquiler de coches, boutiques, todo tipo de tiendas…? ¿Qué sería, en fin, de la economía de este destino turístico andaluz si los golfistas eligiesen otros lugares para practicar su deporte favorito durante sus cortas escapadas o sus largas vacaciones? Pues eso es lo que está en juego: la economía de muchas miles de personas que dependen directa e indirectamente del golf.

Aunque es cierto que el nivel de gasto medio de un turista de golf es bastante superior al de un turista de sol y playa, lo cual, junto con la mencionada desestacionalización, debería de ser muy tenido en cuenta por unos gobernantes conscientes (¿antítesis?), lo cierto es que el golfista también es sensible a los precios (sobre todo a su aumento) y cada vez mira más cómo sacarle el máximo provecho a su dinero. Hay que tener en cuenta además la hipersensibilidad de los turoperadores en lo referente a los precios. La competencia entre destinos de golf (Portugal, Turquía…) es feroz y los agentes de viajes miran sobre todo –no nos engañemos– por su negocio, o sea, por los beneficios, y si otro le ofrece mejores condiciones o precios más atractivos para sus clientes, no duden de que allí los mandarán, aunque sus campos no sean tan numerosos ni buenos, o las infraestructuras turísticas de la zona no puedan presumir de tanta calidad. Business is business.

Como bien decía recientemente el presidente del Patronato de Turismo de la Costa del Sol, Elías Bendodo, el turismo de golf “es clave” para este destino; “está fuera de todo debate su importancia económica y su papel en la desestacionalización de nuestra oferta”. No en vano, representa, el 10 por ciento de los ingresos totales por turismo e la Costa del Sol, lo que supone 400 millones de euros al año, que aumentan a 900 si sumamos sus repercusiones indirectas (restauración, transporte, compras y ocio, cultura, etc.).

No hay que ser un lince, excelentísimo señor ministro, para darse cuenta de que un campo de golf no es en España un simple negocio de carácter deportivo: es, sobre todo, una empresa turística de primer orden, un atractivo aliciente para que los turistas patrios y extranjeros disfruten de nuestro golf, y nuestra economía con sus ingresos. Señor Montoro, a ver si espabilamos, hombre, y dejamos al golf en paz. Esperemos que el ministro de Turismo, que al menos parece entender las tribulaciones del sector, le haga recapacitar y el IVAcidio contra el golf no acabe perpetrándose.

 

Eduardo García Palacios

 

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