Por Miguel Ángel Caderot Alonso

El castellonense se convierte en el tercer ganador español tras Seve Ballesteros y José María Olazábal

Sacó el puño con rabia, se puso en cuclillas y cerró los ojos. Era la 01:31 minutos hora española del 10 de abril de 2017 y Sergio García acababa de ganar el Masters de Augusta. O lo que es lo mismo, un español volvía a enfundarse la chaqueta verde 18 años después de que lo hiciese José María Olazábal. Por fin, el genio de Borriol tiene ya su ‘grande’.

Lo luchó y lo mereció como nadie. Sudó sangre para doblegar al gigante inglés Justin Rose en un duelo épico que es desde ya historia del golf mundial. Desde el tee del 1 fue un duelo cara a cara al que no tuvieron acceso Jordan Spieth, ni Charl Schwartzel, ni Matt Kuchar.

El duelo fue titánico, y en él se vio la misma versión de Sergio García sólida, tranquila e imperturbable que se había visto toda la semana. Los primeros nueve hoyos del español fueron impecables: birdies al 1 y al 3 en los que supo aprovechar sus opciones tirando de su solidez con el putt, una constante a lo largo de la semana. A partir de ahí, seis pares. Reseñable fue el del hoyo 7, en el que salvó el 4 de una forma impecable, con una gran recuperación desde bunker.

Los problemas llegaron en la segunda vuelta. Llegaron los bogeys al 10 y al 11, pero el español no se desesperó, sino todo lo contrario. Se armó de calma y siguió a lo suyo, ajeno al festival que había desatado Justin Rose. “Nunca en un ‘grande’ había sentido esa calma”, dijo al término de la agonía.

Un gran birdie al 14 y un eagle al 15 celebrado con enorme rabia volvían a dejar a Sergio García en la punta de lanza. Rose, con birdie al 16 y bogey al 17, se mostraba volcánico, cualquier cosa podía pasar en el 18, cuyo tee pisaron ambos en tablas.

Tuvo el castellonense un putt de tres metros para ganar en el 18, pero no entró, la caída no fue la adecuada. Así que a play off, de nuevo a jugar el 18. Y ahí no se escapó. Justin Rose se metió en problemas desde la salida y Sergio jugó el hoyo como había que jugarlo, a la perfección. Su putt es ya historia del deporte español.