A menos de dos semanas para que comience el segundo grande del año, el US Open, los focos mediáticos del golf mundial siguen enfocando a Tiger Woods en su intento de recuperar el nivel de juego que hizo de él un rival imbatible hasta hace unos pocos años.
En su última aparición, en el Memorial Tournament, el californiano dio una de cal y otra de arena. La de cal fue que exhibió un juego largo y de approach a la altura de sus mejores tiempos; la de arena, que naufragó como nunca en el juego más corto, con una serie de clamorosos errores en el green. No en vano, el ex número del mundo no embocó siete puts de menos de metro y medio. Como referencia y comparación, en todo el año 2009 sólo falló nueve golpes en ese rango de distancia al hoyo.
“Si hubiese pateado bien”, dijo Tiger tras su actuación en el Memorial Tournament de Ohio, “seguramente habría estado luchando por la victoria en uno de los dos últimos partidos”. Al final, terminó en el puesto 23 merced a sus 72 últimos golpes.
Ese resultado hizo que apenas subiera tres escalones en el ranking mundial, hasta el puesto 83.
El otrora conocido como El Extraterrestre tendrá que esforzarse más para conseguir su objetivo de estar entre los primeros 50 de ese ranking a finales de julio, requisito necesario para poder disputar el WGC-Bridgestone en Firestone, donde ostenta el récord de haber ganado ese torneo en ocho ocasiones.
Lo que será sin duda un gran reclamo para sus compatriotas será su presencia la próxima semana en Shinnecock Hills, en el estado de Nueva York, con motivo del US Open. “En general, mi juego está donde debe de estar de cara al torneo”, dijo, "y eso es algo muy positivo".