
Eduardo García Palacios
Lo de maravillosos –aclaro– es sobre todo por lo de la juventud, ese divino tesoro atigrado que nos devora para no volver, permítaseme el ensamblaje borgiano-rubendariano. A los veintitantos años la vida es bella, o al menos eso le parece a uno, y el espíritu y el cuerpo, ¡ay!, revoltosos. Uno, recién licenciado de la Facultad, había llegado a Marbella desde Bilbao tres años antes de que eclosionara Andalucía Golf para trabajar, con su primer contrato serio, en un periódico que estaba naciendo bajo la batuta de Rafael de Loma y en el que también escribía Antonio Sánchez.
Ambos periodistas crearían en 1988 la empresa embrionaria que luego, con la incorporación de Jeff Kelly, daría lugar a Andalucía Golf. Rafael emprendió poco después nuevos derroteros profesionales, y Antonio, que venía de Madrid, y Jeff, antiguo vecino de Londres, se convirtieron en los editores de la revista.
Alberto Fernández, un asturiano de Avilés que también, como los demás, había abandonado su terruño para trabajar en estos soleados y cosmopolitas pagos, se sumó desde el principio a la nueva aventura editorial. Alberto, en Golfspain.com desde hace varios años, y el que esto escribe trabajamos antes en una revista de Marbella en la que tuvimos el privilegio y la paciencia de diseñar la publicación con los primeros Mackintosh, aquellos pequeños Classic con una minúscula pantallita en blanco y negro y un procesador de velocidad irrisoria.
Eran años en los que el glamour y la jetset adornaban Marbella, en los que la construcción todavía no había hecho estragos en la costa española, no sólo en la malagueña, y en la que el golf empezaba a ser en la Costa del Sol una cosa muy seria desde el punto de vista de ingresos turísticos. Yo me enrolé en Andalucía Golf a los pocos meses de su nacimiento, y mis principales recuerdos de aquella época evocan sobre todo el primer Volvo Masters, el de 1988, y el primer Diario Oficial del torneo que hicimos, en blanco y negro, por supuesto. Y en Valderrama, of course.
Los medios técnicos estaban a años luz de los de ahora e Internet era todavía un desconocido en nuestro país. Así que escribíamos los contenidos, elegíamos las fotos de la jornada, maquetábamos las páginas y, cuando estaba todo listo, cogíamos carretera y manta y llevábamos el material a Marbe- lla para nos hiciesen primero la fotocomposición y luego la impresión del Diario Oficial. Había que trabajar contrarreloj para tener por la mañana los ejemplares a tiempo en Valderrama y toda la Costa del Sol.
Con el paso del tiempo, la revista fue mejorando y –cruel destino– nosotros cumpliendo años. Vadeamos como buenamente pudimos la afilada crisis de principios de los 90 y logramos llegar con menos estrecheces y más ilusiones al nuevo milenio. Jeff falleció en 2003 pero la empresa, desde hace años con su doble cabecera (Andalucía Golf / España Golf), supo superar el mal trago y seguir adelante, hasta hoy.
Introdujimos cambios en la cabecera y en el diseño, experimentamos con nuevas tendencias de impresión en las portadas, apostamos decididamente por el idioma inglés y, veinticinco años después, seguimos trabajando con la ilusión de hacer de esta revista un producto atractivo para los lectores y, por lo tanto, eficaz para los anunciantes. Hemos visto cómo se abrían decenas de campos de golf durante estos últimos cinco lustros, cómo surgían nuevos campeones españoles en el ámbito internacional y cómo se despedía de la vida antes de tiempo el inigualable Seve, cómo se celebraban en Andalucía algunos de los torneos profesionales más importantes del orbe (Ryder Cup, Mundiales AmEx, Volvo Masters, Mundial Match Play, Copa del Mundo, Open de España…), hemos, en fin, crecido junto al golf en estas dos décadas y media.
Y si la salud nos acompaña, los golfistas nos siguen leyendo y, sobre todo, las empresas continúan anunciándose con nosotros porque confían en la eficacia de este soporte publicitario y en nuestro alter ego en internet (andaluciagolf.com), esta publicación se mantendrá viva. Ojalá que por muchos años y que ustedes y yo lo veamos.
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