Se puede ganar de muchas formas, pero la elegida por Lydia Ko para construirse a sí misma su propia leyenda, fue de las más bonitas que se recuerdan. El objetivo era conseguir un hito inalcanzable, convertirse en la única golfista que cuenta en su palmarés con las medallas de oro, plata y bronce en los Juegos Olímpicos.
Se colgó el metal de plata al cuello en Río de Janeiro 2016 y obtuvo el bronce en Tokio 2020, pero para acaparar todos los metales era preciso ser la mejor en París 2024. A semejante y hercúleo reto se afanó con aparente sosiego, discreta durante las dos primeras jornadas antes de alcanzar un liderato compartido en la tercera.

En la ronda final, las principales aspirantes reunidas en torno a la gloria protagonizaron un furibundo ataque más que esperado, plasmándose en tarjetas parciales que intentaban socavar la posición de privilegio de Lydia Ko.
Primero fue la china Ruoning Yin quien propuso 4 bajo par en 6 hoyos; luego fue la australiana Hannah Green quien acechó el liderato con otra opción igualmente brillante, otros 4 bajo par en 8 hoyos… y así muchas, las candidatas más agresivas, propuestas y más propuestas que resultaban fallidas ante una Lydia Ko imperturbable.
La alemana Esther Henseleit, con 7 bajo par en el último día, y la china Xiyu Lin con -3, también se unían a la fiesta, poniendo en aprietos a quien seguía exhibiendo la serenidad como filosofía de vida, incluso cuando un doble bogey en el hoyo 13 parecía socavar todos los cimientos construidos a lo largo de tres jornadas y media adherida a la calma más impasible.
El aprieto, sin embargo, fue un espejismo. La germana Henseleit, autora de la mejor ronda de la jornada (66 golpes), se comía las uñas en la casa club durante los 45 minutos de obligada espera antes de que Lydia Ko acabase su ronda.
Separadas por apenas un golpe, ansiaba algún error adicional, algún desfallecimiento siquiera temporal, pero Lydia Ko apostó de nuevo por el sosiego y la discreción. Alejada de gestos tensos o de euforia, la neozelandesa protagonizó un transcurrir tranquilo en sus cinco hoyos finales, permitiéndose el lujo de inscribir birdie en su hoyo final para reafirmarse como acaparadora de metales olímpicos, posiblemente la forma más bonita para construirse una leyenda propia que va a perdurar en el tiempo.

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Decimotercer puesto de Azahara Muñoz, mejor española

No muy lejos de esas posiciones de privilegio, relacionadas con las medallas y los diplomas olímpicos, Azahara Muñoz, decimotercera clasificada, brilló con luz propia en la jornada final con su tercer 69 consecutivo.
La golfista española fue un ejemplo de convicción y coraje, de serenidad y aplomo, sacando provecho de las oportunidades creadas por su propio buen juego. Se trataba de completar una paciente reacción iniciada en la segunda jornada para compensar una ronda inaugural de 78 golpes que le condujo casi a los infiernos.

La remontada afloró definitivamente en una última ronda donde los aplausos con que fue recibida tras acabar el hoyo 18 contenían su merecido premio. Era momento de disfrutar, de exteriorizar todo lo bueno, de proclamar a los cuatro vientos la satisfacción por el trabajo bien hecho.

Atrás había quedado un bogey en el hoyo 8 compensado largamente mediante cuatro birdies que llevaron a la malagueña a la consideración de mejor española, a pelear seriamente por un diploma… a sentirse verdaderamente satisfecha. “He realizado una remontada espectacular”, resumía Azahara Muñoz con el brillo del orgullo instalado en sus ojos.

Por el contrario, alejada de los focos se encontró una vez más Carlota Ciganda, también en la última jornada, en la que se había planteado como mal menor rebajar el par del campo. La navarra lo intentó con un juego que no adquiría el lustre necesario, alternando peligrosamente aciertos con errores. Todo hasta que llegaron los tres últimos hoyos, una dolorosa sucesión de tres bogeys que enterraron definitivamente su vuelta.
La embrollada experiencia, plasmadas en tarjetas de 73, 78 y dos 75 para 13 sobre par, tuvo reflejo en sus palabras: “me da mucha pena, pero el campo me ha ganado todos los días y me queda un mal sabor de boca”.