Nadie puede discutir el hecho de que McIlroy haya vuelto a recuperar el número uno del mundo cinco años después de haber ocupado esa privilegiada plaza en el ranking planetario.
A sus 30 años, McIlroy, está protagonizando uno de los más brillantes periodos de su carrera deportiva. Los resultados no dan lugar a duda: en los últimos once torneos que había disputado hasta mediados de febrero –desde su aciaga participación en el Open Británico, donde fue segado por el corte– se había anotado dos victorias y otros siete top 10, quedando en total nueve veces entre los seis primeros clasificados.
En la presente temporada del PGA Tour 2020, que comenzó oficialmente el otoño pasado, se ha anotado dos terceros puestos (Farmer Insurance Open y Zozo Championship) y una victoria, en el WGC-HSBC Championship, con la que se convertía en el primer europeo en ganar tres títulos de los World Golf Championships. Era su decimoctavo triunfo en el Circuito Americano y su vigésimo séptimo internacional. Hasta mediados de febrero acumulaba unas ganancias de 2.735.000 dólares y era sexto en el ranking de la FedExCup, que al ganarla el año pasado (también en 2016) le reportó un premio estratosférico de 15 millones de dólares.
La consistencia del talentoso norirlandés desde que, a finales de 2009 (sólo dos años después de hacerse profesional), entrase por primera vez en el top 10 del ranking mundial ha sido prodigiosa y si parangón entre sus colegas: nunca ha bajado de la decimotercera plaza en la clasificación mundial. La cima la alcanzó por primera vez en 2012 tras haber coronado una espectacular temporada que incluía su segundo grande el US PGA, tras el US Open de 2011, y otros cuatro títulos. Y no sólo culminaba la temporada como número uno del mundo, sino que también lo hacía al frente de los circuitos Europeo y Estadounidense. Y encima batía el record de ganancias en un año, antes en poder de Tiger Woods (en 2007, con 10.867.052 dólares, al haberse embolsado 11.953.486 dólares (más de diez millones de euros) sólo en premios. Un pequeño pellizco en comparación con el suculento contrato que tiene suscrito con la firma Nike por un periodo de diez años y un valor de más de 200 millones de dólares. A eso hay que añadir el que mantiene con TaylorMade, en este caso por 100 millones de dólares y también de una década de duración.
Es ésta la octava vez que McIlroy ocupa el trono del ranking mundial, donde va camino de las cien semanas como número uno en distintas etapas, la última antes de la actual en septiembre de 2015.
Con su victoria en el WGC-HSBC Championship en octubre pasado (correspondiente ya a la temporada 2020 del PGA Tour), se convertía en el primer europeo en ganar tres títulos de los World Golf Championships. Era su decimoctavo triunfo en el Circuito Americano y su vigésimo séptimo internacional.
Su objetivo de volver a ser número uno del mundo ya lo ha logrado. Ahora la meta de McIlroy es saborear de nuevo la gloria de un grande tras sus triunfos en el US Open de 2011, el Open Británico de 2014 y el US PGA Championship de 2012 y 2014. Su sueño es ganar un quinto major y a ser posible que sea el título que aún no tiene: el de campeón del Masters de Augusta. Comienza la cuenta atrás.