
Declaraba el pobre Tiger, en vísperas del torneo, que su objetivo era ganar el PGA Championship, último grande de la temporada, y que afrontaba la competición en plena forma después de unos meses en los que las lesiones han vuelto a darle problemas. Aunque llevaba bastante tiempo inactivo en el Tour, nadie se esperaba el cruel destino que acechaba a Woods en las verdes calles del Atlanta Athletic Club.
¡Qué amargo debió de ser el trago –más bien los tragos– que se tuvo que beber el californiano! Y es que el de Cypress, a sus 35 años, tuvo el deshonor de anotarse su peor ronda histórica en el renombrado torneo.
Después de haber estado tres bajo par en los cinco primeros hoyos, Woods se desmoronó y firmó una tarjeta de 77, siete sobre par. Tiró dos bolas al agua, se pasó la mayor parte del día en las trampas de arena y terminó con tres dobles bogeys y cinco bogeys. Nunca había entregado Woods una tarjeta peor de 75 golpes en el PGA hasta esa horrible ronda en el Athletic Club. Su única actuación peor en un grande fue cuando hizo 81 en la tercera ronda del Open Británico de 2002.
Pero no acabó ahí el calvario de Woods, que parece estar ahora pagando todos sus ‘pecados’ extraconyugales (¿le estará haciendo budú su ex esposa?), ya que al día siguiente el naufragio fue completo y no logró pasar el corte.
El estadounidense, dueño y señor del golf mundial durante años, se fue a casa tras terminar el torneo con un total de 150 golpes para dos rondas, diez sobre el par. Se quedó a seis golpes del corte.
Woods registró dobles bogeys en los hoyos 11 y 12 y se quedó sin esperanzas de llegar al fin de semana. Terminó con 73 golpes, tres sobre el par, luego de anotarse 77 en la primera ronda. Era la cuarta vez que Tiger no pasaba el corte en un grande, incluido uno que jugó siendo aún amateur.
“Creo que he caído en 20 bunkers en dos días. Y cuatro o cinco bolas se me han ido al agua”, dijo Woods a los periodistas después de su segundo y para él último recorrido. “Así que no voy a tener un resultado muy bueno. He pegado la bola mucho mejor. He pateado bien los últimos dos días y realmente me sentía muy bien, pero nunca llegaba al green lo suficientemente pronto”, explicó. Aparte de las anímicas, el corte va a tener otras consecuencias más materiales para Woods. Teniendo en cuenta las lesiones que no le habían permitido jugar un torneo completo durante casi cuatro meses, desde el Masters en abril (quedó cuarto: ¡qué cambio!),
Tiger no ha podido acumular suficientes puntos de la Copa FedEx para jugar en los torneos que componen los denominados playoffs, exclusivos para los que mejor rendimiento han sacado a la temporada.
¿Qué futuro le espera a Tiger? Como no recupere la confianza en sí mismo, o sea, que vuelva a sentir la magia del golf que le hizo famoso, el panorama no se antoja nada halagüeño para el californiano, conocido antes por el Extraterrestre. El otrora galáctico golfista tendrá que poner los pies en la tierra y trabajar aún más duro para intentar recuperar su de momento aletargado talento.
Nadie –él el primero– se esperaba la catás- trofe del PGA Championship, y nadie podría haber pensado hace unos meses que Tiger rodara en el ranking mundial, ése que dominó durante años como ningún golfista hasta entonces, hasta caer por debajo de las primeras treinta plazas. Y sigue descendiendo y no es descartable que llegue a quedarse pronto fuera del top-50 de esa clasificación.
Inasequible al desaliento, Tiger, tras la hecatombe en el Atlanta Athletic Club, sacaba conclusiones positivas de su experiencia. “A pesar de todo, es un paso de gigante el hecho de que he jugado sin problemas de salud dos semanas consecutivas”, comentó. Ahora lo que tiene que hacer es preparase con más ahínco con su entrenador canadiense Sean Foley y adaptarse mejor a su cambio de swing. “Necesito trabajar más”, dijo Tiger. Pues eso: manos a la obra.
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