Es la cuarta generación de profesionales de golf que hay su familia. Un caso único en España y en toda Europa. Antes que él, su bisabuelo, su abuelo y su madre se dedicaron a la enseñanza del golf en nuestro país.

Desde 2007 es director de la Academia de Golf de Río Real (Marbella) y uno de los pocos profesionales españoles –cuatro en total– que cuenta con el certificado TPI (Titleist Performace Institute) en todos los niveles (I, II, y III), siendo uno de los primeros certificados a nivel nacional y realizando el de Análisis Biomecánido 3D en Estados Unidos en 2009. Ello sitúa a Sergio de Céspedes al más alto nivel como enseñante de esta disciplina deportiva.

¿En qué se diferencia la academia de Río Real de otras?, le preguntamos. "Yo diría", afirma Sergio, "que en la calidad de la enseñanza, en la planificación de esta, en la personalización de las clases..."

"¿Y qué herramientas utilizamos para esto?, pues la tecnología más avanzada de que se dispone: un sistema de biomecánica con sensores ópticos de análisis de swing y de putt que pocas academias tienen. También utilizamos el novedoso Sam PuttLab para estudiar este palo, que es lo último a nivel mundial."

"Nuestro sistema", prosigue, "se fundamenta en el análisis visual del vuelo de la bola y las dimensiones del swing para examinar hasta 50 puntos de referencia con el fin de alcanzar el Swing Eficiente Personalizado"

"Pero esto son solo herramientas de trabajo, y estas sin una formación adecuada del profesor no sirven de mucho. Yo desde hace seis años tengo la suerte de formar parte del Comité Nacional de Profesionales y ser entrenador nacional de los equipos juveniles de la Real FederaciónF Española de Golf, con la que esto conlleva de tener que estar al tanto de lo último que hay en técnicas de enseñanza y de tener que formarme y reciclarme constantemente".

-¿Cree que las nuevas tecnologías son determinantes para enseñar a jugar al golf?

–Insisto. Son una herramienta más que hay que saber utilizar. No es lo fundamental, pero bien usadas son muy útiles. Yo siempre pongo un ejemplo : una persona va al médico con un dolor en la muñeca, y puede haber un doctor muy bueno y experimentado que con su tacto y ojo clínico hace un buen diagnostico y prescribe la cura. Pero creo que siempre será mejor opción hacer una radiografía, una resonancia, incluso, para confirmar si hay rotura o no, en que punto, saber exactamente que pasa y aplicar la cura precisa.

Eso es lo que hacemos en nuestra academia, diagnosticamos los problemas del alumno con la tecnología de la que disponemos y de esa forma queda claro que es lo que ocurre, que remedio hay que aplicar, que correcciones hay que hacer si son precisas, etc... Luego ya es cuestión de como se aplique y de quien la aplica.

–Empezó a jugar muy joven...

–Sí, con 10 años, aunque en mi casa se respiraba ambiente de golf desde siempre, porque mi madre, Begoña de Céspedes, era profesional de golf, la única que había en España en esos momentos. Su padre, mi abuelo Ernesto, había sido profesional en el Club Puerta de Hierro de Madrid, luego en Marruecos y acabó su carrera en el Parador de Málaga, adonde lo había traído el Conde de Nájera. También mi bisabuelo Ernesto había sido profesional de golf a principios del siglo XX. Somos, por tanto, cuatro generaciones dedicados a la enseñanza del golf en España.

–¿Es la saga familiar más larga que conozca?

–Me he informado en España y fuera de nuestro país y no he encontrado nada que nos supere: tres generaciones como mucho.

–¿Para usted qué supone esto: responsabilidad, orgullo...?

–Es un honor formar parte de esta saga y poder seguir difundiendo los viejos valores del golf, que en algunos aspectos se están perdiendo: sacrificio, perseverancia, amor a este deporte... Me gustaría que mis hijas, que juegan también, fuesen la quinta generación de profesionales de golf, algo único en el mundo. Pero sin forzar ni presionarlas para que lo hagan, por supuesto. Como hicieron conmigo.