Volvió a hacerlo: el equipo europeo dejó boquiabiertos a los millones de norteamericanos que, en el mismo campo de Medinah o desde sus casas, observaban cómo sus compatriotas, tras dar casi por hecha su victoria por la gran ventaja con la que partían, sucumbían desesperados ante la arrolladora avalancha de juego de sus rivales.

Las huestes capitaneadas por José María Olazábal y vestidas de azul marino y blanco, los colores de Seve Ballesteros, protagonizaron una increíble remontada sumando 8 ½  de los 12 puntos que se dirimían en los enfrentamientos individuales para ganar la Ryder Cup  de 2012 y volver a casa con el preciado trofeo. Al final, repitieron el mismo resultado victorioso que en 2010 en Gales: 14 ½ a 13 ½. Si entonces fue Graeme McDowell quien logró, en el hoyo 17 de The Celtic Manor, el punto decisivo, en esta ocasión tal honor correspondió a Martin Kaymer, en el 18.

La 39ª edición del considerado como el tercer acontecimiento deportivo del mundo, celebrada en Medinah Country Club, Chicago (Illinois), pasará a la historia y siempre será recordada como una de las más emocionantes.

La ventaja de cuatro puntos al arrancar el domingo (10 a 6) había sido la más amplia para los americanos desde el año 1981, cuando llegaron a sacar cinco puntos a los europeos antes de imponerse con una paliza de 18 ½ a 9 ½. Pero ahora las cosas iban a ser diferentes, pero que muy, muy diferentes...

La historia deportiva de la Ryder Cup de Medinah comenzó el viernes con los foursomes matutinos, que se saldaron con empate a dos puntos y con unas victorias locales más abultadas, en lo que al marcador se refiere, que las de los visitantes, más justas y dirimidas en el último o penúltimo hoyos. Los four-ball de la tarde pintaron mal para los europeos, que sólo lograron una victoria, y en el último hoyo, en los cuatro partidos. Los americanos terminaban la jornada con un parcial de 5 a 3.

En los foursomes del sábado se repitió el naufragio visitante de la tarde anterior y los chicos de Olalzábal perdían tres de los cuatro puntos en juego. En los four-ball vespertinos se producía un empate a dos. El acumulado total reflejaba un preocupante, para los europeos, marcador de 10 a 6. Los del Viejo Continente tenían que ganar 8 de los 12 partidos si querían retener el título. ¿Misión imposible?

Los dos puntos que consiguieron el sábado los europeos en los últimos partidos del día fueron esenciales y supusieron una inyección de moral que motivó a la escuadra de Olazábal. Los visitantes se fueron esa noche a la cama creyendo en sí mismos, convencidos de que la situación, aunque muy complicada, podía dar la vuelta en cualquier momento cayendo del lado de Europa.

Davis Love III había pedido al público estadounidense que, además de animar a los suyos (lo cumplieron hasta el extremo de rayar en la antideportividad y el juego sucio), vistiesen el domingo de rojo para que el campo fuese una auténtica marea con los colores de su equipo. Por el contrario, Olazábal, había decidido que  el último día los europeos vistiesen discretos de azul marino y blanco, los colores preferidos de Seve Ballesteros, con el logo del campeón bordado en el jersey, además de llevarlo en la bolsa.

Los 12 jugadores de Olazábal enseguida pusieron los marcadores en azul, el color de Europa, y muy pronto fueron cayendo los primeros puntos. Los cinco primeros partidos de la jornada clave en Medinah se dirimieron a favor de los visitantes. Donald ganaba a Watson, Poulter a Simpson, McIlroy a Bradley, Rose a Mickelson y Lawrie a Snedeker. La ventaja estadounidense se había esfumado en unas horas, ante el asombro de los más de 60.000 espectadores que, estupefactos, asistían en directo al espectáculo en Medinah.

En el final, pues, estaría la clave. Sergio García, Lee Westwood, Kaymer y Molinari tenían en sus manos el éxito. Y ninguno falló.

El español derrotó a Furyk en el hoyo 18; Westwood dejaba en la cuneta en el hoyo 16 a Kuchar, y Kaymer tuvo el honor de pasar a la historia por embocar un putt de dos metros en el último hoyo que aseguraba el empate a 14 y, por tanto, retener el trofeo por ser Europa la última campeona. Molinari, con un empate ante Woods (Tiger no consiguió ni un solo triunfo en sus tres partidos de Ryder Cup), certificó una victoria épica en una jornada histórica.

Era la primera vez que Europa remontaba 4 puntos de desventaja para un domingo de Ryder Cup, y segunda ocasión tras la que protagonizaron los estadounidense en la Ryder de 1999 en Brookline. Esta vez la fortuna sí favoreció a los valientes europeos.

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Las lágrimas de Olazábal

El capitán del equipo europeo, que no pudo reprimir las lágrimas, estaba exultante con la hazaña protagonizada por sus jugadores. “Esta victoria significa mucho, pero no sólo para mí sino para todo el golf europeo, para estos 12 fantásticos jugadores, los cuatro Vice Capitanes, los caddies… el triunfo es de toda Europa”.

“Anoche los muchachos se fueron a la cama creyendo en sí mismos, convencidos de que iba a ser una tarea difícil, aunque no imposible. Les dije que había un halo de esperanza. Esta mañana han salido muy motivados a darlo todo, han jugado un gran golf. Me siento muy orgulloso y el hombre más feliz del mundo”.

“No teníamos margen de maniobra; la clave ha estado en empezar ganando puntos rápido, sabíamos que si lo conseguíamos podíamos tener una oportunidad”.

“Ha sido una semana muy dura. Durante los dos primeros días no nos salían las cosas, pero esta mañana los nuestros han empezado metiendo putts, el marcador se ha puesto enseguida en azul y hemos conseguido ganar los primeros puntos, que era fundamental. Estoy acostumbrado a sentir la presión jugándomelo todo en un torneo y he ganado dos grandes, pero esto es mucho más. Ha sido un día maravilloso, el más feliz de mi vida”.

“Cuando vi los emparejamientos les dije a los muchachos que los partidos estaban muy equilibrados y podíamos ganar. A Davis (Love III) nada le va a consolar, no se le puede decir nada porque no hay consuelo posible, a nosotros nos pasó lo mismo en el 99. La Ryder Cup no sería lo que es sin la contribución de los jugadores continentales”.

“El punto de Sergio ha sido importantísimo, nos ha dado oxígeno y más esperanzas en un momento clave. Poulter siente una motivación extra en la Ryder Cup como en ningún otro torneo. Martin Kaymer es un gran jugador, estaba feliz al conseguir el punto con el que reteníamos la Copa”.

“Cuando llegue a casa recordaré todas las vivencias de esta semana; no sé si somos conscientes de lo que hemos conseguido”.