Pocos saben que Roberto de Vicenzo es el profesional con más triunfos de la historia. El jugador argentino atesoró nada menos que 215 victorias, incluyendo los Mundiales de 1953 (formando pareja con Antonio Cerdá), 1962 y 1970 (individuales). Pero De Vicenzo fue sobre todo conocido en el mundo del golf por un mayúsculo error, el que cometió en la última vuelta del Masters de Augusta de 1968. Había jugado una de las mejores rondas finales de la historia del torneo, con 31 golpes en la primera mitad para un total de 65. Además era su 45º cumpleaños. Con ese resultado, debería de haber jugado un desempate por la victoria el día siguiente contra Bob Goalby. Sin embargo, la alegría se trastocó en tremenda tristeza: su compañero de partido Tommy Aaron había cometido un error en la tarjeta del argentino y apuntado cuatro golpes en el hoyo 17 cuando en realidad De Vicenzo había hecho tres. Roberto no se dio cuenta del error y firmó la tarjeta. Ese resultado, con un golpe más, hizo que no pudiese disputar el playoff.
Qué estúpido soy!”, se lamentó el damnificado. Tres semanas más tarde, ganaría uno de los cinco títulos que logró en el Circuito Estadounidense, el Houston Open. Su única victoria en el Grand Slam acaeció en 1967 en el Open Británico, torneo que estuvo a punto de adjudicarse en varias ocasiones, ya que quedó nueve veces entre los cinco primeros clasificados.
De Vicenzo nació el 14 de abril de 1923 en Chilavert, provincia de Buenos Aires. A los 7 años ya jugaba al deporte que luego sería su pasión y su sustento. "Me gustaba tanto”, recordó ya de adulto, “que en mi casa agarraba un palo de mimbre y le pegaba a todo lo que fuera esférico".
Familia humilde
De Vicenzo provenía de una familia humilde y de pequeño tenía que echar una mano en casa, encargándose de preparar la comida para sus hermanos menores. Pero antes, temprano, ya se había sumergido en el agua helada de los lagos de algún campo de golf rescatando bolas que le valían propinas para contribuir a la precaria economía familiar.
Su gran habilidad con los palos cambió su destino y, ya de de adulto, llegó a ser el mejor golfista argentino de todos los tiempos y uno de los cinco deportistas argentinos del siglo XX, según el voto del Círculo de Periodistas Deportivos, que lo ubicó en ese nivel junto a Diego Maradona, Juan Manuel Fangio, Guillermo Vilas y Carlos Monzón.
De Vicenzo debutó como profesional en 1938, con 15 años recién cumplidos, y jugó los primeros 36 hoyos del Open de Argentina, ya que no pasó el corte. Llegó al Ranelagh Club en 1940 como asistente del profesional Armando Rossi. En 1942 ganó su primer torneo, el Abierto del Litoral, en Rosario. Su prestigio subió como la espuma ese mismo año al ganar en Estados Unidos el Gran Premio Westinghouse, su primer título internacional.
Pero su gran momento de gloria llegó en 1967 cuando se adjudicó el Open Británico, el torneo más prestigioso del mundo, superando a figuras de la talla de Jack Nicklaus, Arnold Palmer y Gary Player. Tenía 44 años y ya se le consideraba un veterano con pocas oportunidades, pero él, que estaba considerado entre los 10 mejores golfistas del mundo, respondió ganando ese torneo. El año siguiente sería el de su ‘famoso’ Masters de Augusta, cuando por un error en la suma de golpes de su tarjeta quedó relegado al segundo puesto y perdió la opción del desempate.
De Vicenzo ganó abiertos nacionales de 16 países en 42 ocasiones. En 1974 fue campeón mundial de veteranos y en 1983 obtuvo su última gran victoria, en el Merryl Lynch en Estados Unidos. En 1968 le distinguieron con el premio Richardson al mejor jugador del año; en 1969, recibió el trofeo Bobby Jones, otorgado por la Asociación de Profesionales del Golf de los Estados Unidos (PGA) al mejor golfista del año; en 1970, lo designaron miembro honorario de la Royal Golfers Association. Es miembro honorario del Saint Andrews Club, institución fundada en 1513 y creadora y supervisora de las reglas del deporte del golf, y en 1979 ingresó en el exclusivo Salón de la Fama del Golf de la Asociación de Profesionales del Golf de los Estados Unidos. Su definición preferida es la siguiente: "Juego y siento una comunicación, la pelotita parece latir, eso sube por el palo y llega hasta uno mismo. El golf es esto, un sentimiento compartido".